Propósito de Vida para Nutrir Nuestra Vitalidad

Cada diciembre revivimos la misma película. Durante la cena del 31, segundos antes de la medianoche y a punto de brindar, acostumbramos definir nuestros deseos para el siguiente año; sin embargo ¿cuántos de esos deseos están alineados realmente a un propósito de vida? 

Pocas personas reflexionamos en ello, pero hacerlo puede determinar que el siguiente año y quizá los siguientes nuestra vida tenga el significado suficiente para vivirla con plenitud.

Probablemente, cuando éramos adolescentes, nos educaron con la idea de que al llegar a la edad adulta deberíamos ser algo; es decir, dedicarnos a una profesión o un oficio que nos aportara no sólo un fuente de ingresos, sino también una identidad y un lugar en la sociedad. Pero sobre todo, una actividad que nos permitiese “realizarnos” como seres humanos en ese aspecto (aparte de otras aspiraciones personales, como tener una pareja, quizá construir una familia, etc.)
Curiosamente, con el tiempo, muchas personas concretaron muchos de esos planes, sin embargo, viven una vida aburrida; y a otros que no les ha ido tan bien, sus vidas están marcadas por la frustración y el desencanto.

¿Cuál ingrediente desapareció?¿Dónde se perdió el rumbo?

Sobre la pasión

Durante una espléndida conferencia impartida en TED hace algunos años, Ken Robinson reflexionó sobre un rasgo que define nuestra época actual: la mayoría de la gente no está a gusto con lo que hace; pocos se dedican a algo que les apasione.

¿Sabías eso? 

Si pensabas que eras la única persona en la galaxia en esa situación pues estás en una equivocación. Parece una tendencia que se repite en muchos países, ricos o pobres.

Pero, veámoslo en una escala más personal: ¿Esta situación ha sido inevitable o nosotros mismos hemos elegido estar ahí?

Es muy probable que la mayoría diga que sí lo es; que las condiciones presentes no nos han dejado otra opción.

Otros agregarán que es algo normal, que se pierde con la edad cuando los compromisos, el trabajo, los hijos, etc. nos llevan a “poner los pies en la tierra”. 

En todo caso, ¿a qué edad se pierde el sentido de lo que hacemos; es decir nuestro propósito de vida?¿A los 35, a los 40, 45, 50, 60…?

En todo caso ¿tiene que ver con la edad, con los retos cotidianos, o se debe a algo más?

¿Qué circunstancias y decisiones personales hicieron que nos diluyéramos en la rutina cotidiana, monótona, circular, tediosa?

Más importante aún ¿Qué nos impide salir de ahí?¿Por qué continuamos padeciéndola?

Porque de ese modo podemos recuperar el principal alimento para nuestra vitalidad.

No me refiero a la vitalidad orgánica, la que necesita nuestro cuerpo por medio de los alimentos, el agua, minerales y todas esas cosas; sino aquella, importantísima que nace desde nuestro corazón, desde nuestra intuición, y que resulta siempre ser la más acertada, la que más nos puede afianzar a un sentido de vida, pero a la que muchas veces tememos. 

Es, precisamente, eso que los japoneses llaman Ikigai.

Propósito de vida. Qué hacer para convertirlo en realidad

  • Reubicar nuestras pasiones como una prioridad. Si bien tenemos compromisos que no podemos dejar a un lado, lo ideal es darles espacio a nuestros proyectos personales, a lo que nos apasiona, para tener una vida más equilibrada y motivante.
  • Estar dispuestos a aprender cosas nuevas y a disfrutar el proceso: Vivirlo como un juego que podemos jugar responsablemente. Vale la pena, porque, como dice el dicho: ““No dejamos de jugar cuando envejecemos; envejecemos cuando dejamos de jugar”
  • Perderle el miedo a lo nuevo, a lo desconocido. Aceptar que el error y el riesgo estarán siempre y son parte de la ecuación. En la vida adulta es común en muchas personas detenerse antes experiencias nuevas que implican nuevas habilidades debido a la falsa idea de que a esas alturas de la vida se ve mal verse torpe, cometer errores. 
  • Actuar con sensatez. Reinventarse puede ser sumamente atractivo y excitante, pero no debemos olvidar los compromisos existentes y dejarnos llevar de una manera impulsiva.
  • Aterrizarlo: Configurarlo como un proyecto, como una hoja de ruta que evite no sólo perdernos, sino también olvidarnos. Ese proyecto puede vivirse como un pasatiempo, o puede ser el germen de un emprendimiento. 

Lo más importante es atreverse, teniendo presente que «La intención es Creación Deliberada«.

Cómo dice este antiguo pensamiento Sufí:

“Si quieres la perla sumérgete en el océano, si quieres seguridades quédate en la playa”

Rumi

Conclusiones

Hazlo.

Te invito a que este año, o en este momento en el que estés leyendo este artículo, sin importar que mes sea, te plantees un propósito de vida que alimente tu vitalidad más profunda, para llegar al próximo fin de año con el deseo de brindar, no sólo por los propósitos para el siguiente, sino por la satisfacción de haberte atrevido, y haber alcanzado el objetivo que te propusiste.

Foto: unsplash-logoMatthieu Joannon

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